jueves, 5 de febrero de 2009


Carnaval toda la Vida

A propósito de una observación de Sierva María, los significados profundos de los carnavales vinieron a mi conciencia: los aspectos que conozco o deduzco, porque en este tema hay mucho de qué hablar…o gozar, estrictamente hablando.
En esencia es una fiesta en que las comunidades establecen un periodo de relajo de las normas de comportamiento colectivo, especialmente en lo que se refiere a la sensualidad, aquella que se agudiza con una copas, con unas viandas, con unos bailes o con un poco más de piel a la vista y tacto. Recordemos que la tradición pagana implicaba que se ofertaban a l dios (Baal) los mejores frutos, en especial carne.
En Sudamérica los carnavales son especialmente famosos, permanentes y multitudinarios: Río de Janeiro, Bahía, Oruro y otros que se sitúan en Uruguay, Argentina, Colombia y Perú. De todos ellos los brasileños son los más fieles ejemplos de las antiguas bacanales (al dios Baco), por su intensidad sensual que facilita la idiosincrasia de sus pueblos.
Pero, en el resto, también está presente ese perfume de lo prohibido que por un corto espacio de tiempo se permite y, aún alienta. Digo prohibido porque en los países de extracción cristiana la sensualidad es un fenómeno que se antagoniza con el ideal de vida pío; aún más se le demoniza.
¿Y es tan así? ¿Cuán diabólico puede ser que el sufrido hachero guarde sus herramientas y durante una semana sólo se dedique a gozar con los sentidos que dios le dio, su propio dios? ¿ Cuán pérfido puede resultar que se propicie que las noches tibias del verano se atemperen con los licores o la refrescante cerveza para enternecer el corazón, entibiar el seno y humedecer todos los labios?
Claro, el alcohol etílico ablanda el seso y las inhibiciones escapan a perderse; la buena mesa contribuye el vigor y llama a aliviar los atracones con el ritmo excitante de un baile… o varios; el relajo de saber que esta noche no termina sino hasta el amanecer nos permite pensar quedarnos “en ese juego que mejor juega y que más le gusta “(Serrat).
Por lo que se usa y goza en cada uno de los rincones de este subcontinente más bien parece que el carnaval cumple la misma función social que el prozac: eleva el ánimo colectivo y, en lo individual, lo que cada cual esté en condiciones de alzar con orgullo.
La explicación para que, a pesar de este relajo contumaz y generalizado, no degenere estaría en lo mismo que condiciona la drogadicción, la violencia y la laboriosidad (o la pereza): en el equilibrio que - en última –instancia cada cual busca guardar para su supervivencia como individuo, como pareja o como grupo.
Así pues, si bien aumentan las borracheras colectivas, ningún buen borracho exagerará tanto en carnavales como para perder la oportunidad de seguir libando el resto de su vida; ningún enamorado anclará tanto la mirada en las piernas de las ninfas de la calle como para perder el goce vitalicio de las suaves ancas de la muchacha propia; nadie se gastará el sueldo del mes en las viandas jugosas del mercado porque cuidará de mantener su propia mesa provista como debe ser.
En fin, sólo será un relajo, no una debacle.
Aunque sí hay riesgos, pero esos están asociados más bien a las debilidades humanas o desequilibrios como la inmadurez, el manirotismo, la impudencia, la bellaquería, la susceptibilidad a las adicciones, a la pudibundez enfermiza o a la simple tontería de capirote.
Y quien mantiene el ingenio de saber que sólo de a dos se baila el tango se pegará con esa misma inspiración y ritmo a su partner para que no quepa duda que la afinidad, el humor, la sensualidad y la belleza están entre los dos y que el carnaval de la calle sólo los perfuma y prepara para esas carnestolendas que se dan sólo entre quienes se aman, como cada noche (o madrugada, tarde, mañana) en que Sierva María me pone esos ojos que ni Río, ni Oruro, ni New Orleans, ni Venecia, ni Roma podrán sondear como yo, relajado y embriagado y feliz como Dionisio, el dios de los carnavales.

Don Cayetano Delaura.

1 comentario:

Fhayruz dijo...

"ningún enamorado anclará tanto la mirada en las piernas de las ninfas de la calle como para perder el goce vitalicio de las suaves ancas de la muchacha propia"

Me cargó, creo que sólo una mina demasiado basica o idiota encontraría una buena idea de fiesta ir a un Carnaval para que el "partner" después de la pise pensando en otras cosas que vio...