martes, 22 de enero de 2008

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EL RETRATO
DE
DORIAN GRAY

Para afinar el contacto con los ciberlectores, (o cyberespectadores, o cyberparticipantes) quiero adelantar que “El Retrato de Dorian Gray” es para este caballero una de las obras más geniales de la literatura.

Y del arte.

E inmediatamente quiero denunciar que su uso como imagen es equívoco, fundado en la ignorancia (el no saber, la idiotez corresponde al que desprecia saber), en el no haber leído el libro.

Y escribo aquí sobre esa cita por muchos motivos ( para tocar el tema de la belleza, de la juventud, del alma, de los demás), de los cuales el menos importante es: porque siempre me la han dicho refiriéndose a mi apariencia.

Claro, se usa como referencia de alguien a quien lo favorece la apariencia de juventud, aún cuando el río haya corrido bastante. Y otros fluidos también.

Pero no hay tal, Dorian Gray y su retrato es la metáfora


de aquel que no acepta mirar siquiera cómo es, cómo lo


trata la vida y cómo trata él (o ella ) a su existencia. Tanto temor le tiene a esa verdad que nosotros vemos día a día en el espejo, en los ojos de la amada o en las expresiones de los amigos, que pacta con el demonio (que otra vez es explotado en su papel de chivo expiatorio) para que su aspecto carnal no muestre los aconteceres de su vida, aceptando a cambio que el mentado retrato sí los registre (y se lo enrostre).

Así tenemos a alguien de apariencia lozana pero falsa, que guarda en el rincón de un pasillo su verdadera faz: la que registra el paso de los años, de los pecados (¡ése infeliz invento cristiano!), de la ruindad y todos lo corrupto que él abraza y todo lo que abrasa al protagonista.

¡No es, entonces, un cumplido recibir el ‘mote’ de “Dorian Gray”, siempre que el que lo pronuncia sepa de la obra de Wilde!

Bueno, pero todo esto no es nada más que preliminares.

A lo que quiero apuntar es a la genial mención que hace el escritor irlandés respecto a lo clave que son los canales en que uno puede verse - o ser visto - “tal cual”, sin los engaños de nuestra propia mente, del cariño de quienes nos aman, o de los prejuicios de los desconocidos.

Y “ese retrato” no se agota en lo moral, sino que incluye allí la salud física, mental y hasta la salud social.
Para las primeras cosas ya está el sicoanálisis, diría Woody Allen. ( Eso más bien mantiene la salud económica de los siquiatras, podríamos agregar aunque seamos un tanto injustos. )

Ese espejo existe y está multiplicado, pero obliga a que uno no sólo se interese por sí mismo, sino que para activarlo hay que interesarse en los demás. Ese espejo está en lo que los demás nos puedan decir de la forma más apropiada y honesta que pueda esperarse de los seres humanos normales. Los demás (les autres, dice Sartre)

A nuestras redes sociales no los engaña nuestra apariencia lozana: captan más y – si de verdad queremos escuchar – dicen más y en ése ultra es factible de encontrar lo que humanamente pueda ser verdadero.

Pero, para obtener el mejor interés de nuestros cercanos es preciso interesarnos mejor en ellos, más que sólo en nosotros. Eso implica cultivar una salud social, que redunda en una salud individual y eso hasta el infinito.

Ahora, ¿cómo compatibilizar esta necesidad de salud social con lo alienante que puede ser vivir en una sociedad alienada.? ¿Cómo busco salud entre enfermos como yo? ¿Cómo reconozco mi “Retrato de Dorian Gray” en medio de esta Feria de Vanidades?

Los caminos no son fáciles, ya lo adelantó Jean Paul Sastre, a quien le cito esta serie de pensamientos. “el hombre (y la mujer) nace libre, responsable y sin excusas”; “Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que ser”; “ Yo no puedo definirme si no es en relación con otro”. Y explicaba que siempre será que la existencia del otro es lo que me permite definirme a mí mismo en una relación, que, por lo demás, será siempre conflictiva. Tan conflictiva que el propio Sartre había llegado a decir que “el infierno son los otros” (más bien, “la mirada de los otros”).

Bueno, a todo esto ¿ Y nuestro Retrato de Dorian Gray?

Debe estar allí y si no lo ha descubierto aún ruegue por él porque si no lo halla nunca se conocerá.

Recuerde que nuestra voz no es la que escuchamos (nuestros huesos le dan una resonancia que no tiene), nuestro rostro no es exactamente el que vemos (el espejo invierte los lados y deforma) y nosotros - ¡dicha o desgracia! – no somos lo que creemos y a veces no somos, sólo estamos.-
Y de corolario, de nuevo el genial Oscar: “Nothing can cure the soul but the senses, just as nothing can cure the senses but the soul”.


“Nada puede curar el alma si no los sentidos, del mismo modo nada puede curar los sentidos si no el alma”.(El retrato de Dorian Gray
)

Don Cayetano Delaura

Desde algún lugar del cono sur de América latina.



FOTOS: Briggitte Bardot antes y después. Oscar Wilde.

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